La teatralidad de la intervención quirúrgica es retomada por Orlan, la primera artista que utiliza la cirugía plástica como forma de arte, desde los orígenes de la practica de la disección y las propuestas de Antonin Artaud. Ahora, la intervención quirúrgica puede ser vista por muchos espectadores gracias al uso de las tecnologías visuales, Orlan retoma la idea del ritual que supone la propia intervención sobre el cuerpo, una fiesta de luces, música, banquete y espectadores. Esto y su afirmación de que su obra son autorretratos.
La gran diferencia radica en que la intervención se realizas sobre un cuerpo vivo que se presta voluntariamente a su transformación y convierte el acto quirúrgico en un espectáculo público.
El arte se ha centrado sobre el cuerpo propio y este es el territorio del arte del siglo XXI, nada representativo y que alude directamente a las fuentes clásicas en que se gesto la practica quirúrgica.
El arte carnal no esta solamente en la cirugía estética, sino también en los avances de la medicina y la biología, cuestionando el estado del cuerpo y proponiendo problemas éticos.
El teatro anatómico de la posmodernidad incorpora los avances tecnológicos de internet, las videocámaras, la retransmisión vía satélite y los adelantos quirúrgicos al ser vicio de un cuerpo vivo modificable a voluntad y que supone el alejamiento de los cánones corporales en boga profusamente difundidos a través de los mass media.
El trabajo de Orlan en su búsqueda del arquetipo azteca en su rostro contrasta con el deseo de los mexicanos de huir de su fisonomía tradicional. Es como si los individuos de sociedades dominadas económica y políticamente se sintieran obligados a ocultar sus particularidades corporales.
El quirófano es el teatro anatómico de una sociedad que sigue manteniendo el renovado interés del cuerpo como escritura infinita; ahora es el propio cuerpo el que realiza la lectura del teto anatómico.
El humanismo de Orlan no solamente se encuentra en el aspecto formal dado a la obra como teatro anatómico renacentista, donde confluían los intereses del humanismo de la época y su fe en el progreso de la ciencia, sino que inaugura la muerte de la representación usando aquel elemento de fe en la ciencia al servicio del propio cuerpo, no este diseccionado servilmente ante los propósitos de la ciencia.
Orlan lleva a cabo la constatación inicial de Artaud de que el cuerpo humano lo es por incidencia del lenguaje en su superficie, la marca significante en el cuerpo: sus fragmentos, bordes y orificos como marcas de inscripción.
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